ATENCIÓN: Primer capítulo --> La Ley de los Tercios / Wattpad
¡¿Por qué a mí?![]
En un suspiro del destino, cuando los tres bandos chocaron entre sí y vieron que la lluvia de fuego, hielo y rocas ahogó el campo, y que los soldados de cada frente morían desintegrados por los proyectiles, el caos desatado agrietó el terreno y arrasó con la vida existente cual bomba atómica y su rastro radiactivo. De un momento a otro, la humareda reveló los cadáveres de los infortunados actores y las partículas esparcidas de los asesinados decoraban lúgubres el sumido paisaje. ¿Cómo sucedió todo eso? Era evidente, era un terreno de nadie, una guerra sin cuartel por un estúpido capricho de los más fuertes: el Monopolio Elemental.
Esta idea rondó en la mente de Veras, un obrero de clase media que se ganaba la vida derribando muros con una máquina demoledora, era el más joven de los trabajadores de su equipo de construcción. Él despertó hecho un mar de sudor frío, vio su reloj y eran las 2:00 a.m., una hora no muy apropiada para madrugar. El defecto de sus hábitos de sueño era un problema, no podía conciliarlo al despertar... dos horas perdidas sin remedio, ni un juego le animaría el rato.
Su hogar: un cuarto en alquiler del centro de la ciudad, un cubículo de 6 x 8 por el que pagaba una miseria, ya que no era muy acogedor. Estaba provisto de una colcha, un despertador, unos cuadernos y un bote con su ropa, revuelta entre limpia y usada. Tenía una cuerda atada de extremo a extremo en la habitación para colgar su ropa, en un rincón había un hornillo en el que hacía su comida y el resto de espacio estaba casi vacío. Lo único que pudo hacer para "aprovechar" el despertar fue rayar unas hojas de un cuaderno sin usar, sólo círculos enredados en tinta roja.
En medio de su hobby, Veras recordó imágenes entrecortadas de la catástrofe.
-"Maldito sueño, odio despertar tan temprano... maldito trabajo también, perdí lo mejor de mi tiempo. Y qué dicha haber empezado a vivir solo, jamás soñé algo como lo de hoy" -meditó sarcástico mientras perforaba la hoja con los trazos.
Pasó buen tiempo rayando que no se fijó en la hora, se sentía aburrido y se acostumbró pronto a la rutina, algo que no le favorecía, así que tiró el librillo en su colcha y se levantó, fue a la única ventana del cuarto a asomarse, contempló infructuosamente el panorama. Ni una luz ambulante, ni un auto, nada en las calles. Se rascó la espalda y fue aletargado al rincón de la cocina para comer algo, cuando exploró la alacena, no había mucho para preparar el desayuno.
-Dos panes duros, se me olvidó mercar... ¡y no hay leche! Joder, tendré que aguantar hambre. No quiero ir hoy a ningún lugar después de trabajar, sólo echarme a la cama y olvidar que pasé el mismo día de siempre... bonita suerte la mía.
Dejando el mal rato por algo más importante, Veras tomó una ducha y se cambió como si fuera de una vez al trabajo. Tomó la decisión de caminar un tramo antes de que salieran las primeras rutas, una idea extraña para tal horario. Le dio igual dejar todo en desorden, le dio igual dejar abierta la puerta de su cuarto, tenía la firmeza de botar todo por la borda y hacer lo único que tenía en manos. Agarró un abrigo y su maletín y dejó la casa, esperando encontrarse con un ratero que le quitara lo poco que llevaba o un proxeneta que abusara con libertad de él, definitivamente eso le importaba poco.
Después de caminar tres manzanas, Veras vio a dos tipos que se le acercaron con determinación. Uno tenía un cigarrillo encendido y otro sostenía un garrote, ninguno tenía planes de charlar.
-Esto no me gusta para nada, ¿y ahora qué? -El obrero tenía que decidir rápido entre ser atacado sin razón o salir con vida. Así que retrocedió cuanto pudo sin mirar atrás y se coló en el primer escondrijo que encontró, los tipos lo persiguieron sin cansancio.
Ni un ruido, ni un movimiento siquiera, Veras no se permitió el lujo ni de suspirar de cansancio, lo iban a matar de seguro, ¿cuál era su problema? La peor forma de comenzar un día de perros menos imaginada por un hombre. Los problemas en su antigua casa no se comparaban a los que vivía en soledad, no tenía a quién recurrir y ni siquiera sus familiares vivían cerca de él para llamarlos. Afuera retumbaba el crujir de las botellas rompiéndose y las latas abolladas por los garrotazos. El par de pillos se ensañó enfermizo, destrozando cuanta cosa tuviera en frente; llegó un momento en el que el silencio perturbó la conciencia de Veras y le tentó a asomar la cabeza por la puerta del botadero en el que estaba, muy sigiloso para no perder la testa... no había nadie cerca.
El reloj marcó las 3:30, fue demasiado tiempo escondiéndose de los rateros y con miedo salió del callejón. Se escudaba con el maletín en caso de recibir un golpe contundente y miraba constantemente por el rabillo de sus ojos. Veras no era de los que expresaba el temor en su lenguaje corporal sino en su rostro, aunque esa ocasión le pudo más. Como pudo, se fue a gatas entre las aceras y prosiguió su camino hacia el trabajo, a tomar el primer bus que se apareciera y partir con todo el afán del caso. Cuando finalmente lo abordó, se sintió más tranquilo.
-De la que me salvé, ¿qué le pasa a esa gente? No sé cómo me metí en ese lío, ni que les debiera dinero. Espero que no se me haga más tarde.
El transporte empezó a fluir pero no era como de costumbre, había pocas flotillas y autos particulares, ni siquiera rondaban taxis. Veras miraba de reojo por la ventana y tampoco aclaraba la madrugada, lo que le preocupó. Creía que estaba demasiado temprano o que se había adelantado su reloj pero el bus también llevaba la hora actual. De pronto, una bruma se apoderó de los asientos vacíos del bus y dos siluetas aparecieron, una por delante y la otra por el costado derecho del trabajador; el nerviosismo le ganó a Veras y no podía moverse de su asiento, algo inesperado. Uno de los intrusos tenía algo en la mano.
-Imbécil, escondiéndote entre la mugre no te puedes escapar.
-Pensaste que eras más listo que nosotros, ¿eh? -dijo el segundo, exhalando humo de su boca y sacudiendo la ceniza del cigarro en la cara de Veras-. Pobrecito, cargas con muchas mentiras, te crees que eres más ávido pero adivina... dos mentes piensan más que una sola.
Fue algo absurdo e imposible de creer para Veras, quien miraba a todos lados sin posibilidad de huir. El bus se detuvo de imprevisto en una zona desierta, parecía un bosque inhóspito porque ni siquiera había ramas de árboles. De inmediato, el tipo del garrote le agarró de un brazo y lo haló hasta la salida del vehículo, seguidos por el que fumaba. También se bajó el conductor del bus, quien quería ver a Veras, pronto se disipó la niebla del lugar y el joven vio los tres rostros más raros en su vida: uno tenía media máscara puesta, de color rojo sanguíneo y con un destello verde que aparentaba un ojo, era el del cigarrillo. El segundo, el conductor, era una sábana flotante con garras negras y luceros amarillos en su mirada. Para rematar, el que llevaba garrote era un ser con cuernos en la cabeza y colmillos largos y torcidos hacia los lados, llevaba una cabellera blanca y era de complexión maciza aunque de baja estatura.
-Ogremon, déjalo. Ya tuvo suficiente de nosotros -murmuró el fumador.
-Ah, yo quería molerlo a golpes para ablandar su cara dura... pero ya que insiste, jefe, lo suelto entonces -así pues lo empujó groseramente para que pudiera verlos a los tres, Veras se frotó su brazo, sintió que estaba partido por el apretón.
-Señor, ¿piensa que aquí debe comenzar su destino? -Preguntó el conductor.
-Cuestiona menos mis decisiones, Bakemon, estás para manejar carritos, no para opinar.
El joven pensó seriamente que estaba loco y que una partida de enloquecidos pandilleros lo secuestró para pedir dinero por su rescate pero no fue así, nunca vio que uno flotara y que otro tuviera tan deforme la dentadura. A fin de cuentas se limitó a escuchar, no sabía cómo actuar ni tenía herramientas para atacar. Finalmente, el líder del trío se le dirigió personalmente.
-Gusto en verte, Veras, deja que me presente...
- ¿Presentarte? ¡¿Presentarte, mísero animal?! -Reviró.
- ¡NO ME INTERRUMPAS, MOCOSO! -Respondió el otro, con la temperatura visible en su piel y su ojo luminoso centelleando casi en blanco-. Mi nombre es Arkadius V y ellos son mis trabajadores -presentando a Bakemon y a Ogremon, respectivamente.
Veras se sentía en el mismo averno, la explosiva reacción de su captor y la absurda llegada al paraje desolado le hicieron ver que su vida acabó repentinamente, aunque no vio de qué forma murió -si así fue, claro está-. El macabro jefe del trío no se prolongó en su presentación y dejó muy claro al chico que no temiera por su vida, una ironía completa cuando su cabeza era blanco de un desquiciado.
- ¿Y yo qué tengo que ver? Es la primera vez que los veo, e-es más... no conozco este lugar... ¿por qué me trajeron?
-Me interesas bastante, tienes un don. ¿Te has preguntado por qué soñaste con tal batalla?
A Veras se le abrieron los ojos por completo, jamás tocó el tema y Arkadius ya había conocido su sueño en primicia, lo que le intuyó que no era un ser corriente. Ogremon se rascó la frente, no entendía nada y lanzó la típica pregunta:
-Eh, jefe, ¿a qué se refiere?
-Deja que nuestro amigo nos lo explique con detalle, él puede contarnos del desastre entre los miembros del Monopolio Elemental -dijo Arkadius, dándole la palabra a Veras.
El joven no supo qué decir, estaba impresionado por lo informado que estaba el líder. Sin más remedio, abrió la boca y contó detalladamente lo que sucedió en su sueño, comprobando las sospechas de Arkadius.
- ¡Excelente! ¡Tal cual como lo preví! Eres un genio, ¡un maldito genio, Veras! -Aplaudió con falsa emoción.
-Definitivamente está fuera de sus cabales, mi sueño no es motivo para retenerme así, ¡tengo que trabajar! -Veras no estaba entusiasmado, se igualó a Arkadius y exigió libertad inmediata pero un chasquido de su mano provocó que Ogremon se le abalanzara y lo fijara al suelo polvoriento.
-Enano, nunca te des aires frente a mi jefe... ¡ahora escucha lo que tiene que decirte!
-Gracias por tus refinados modales, Ogremon, así puedo pactar un trato con Veras y dejar que se defienda si quiere -arguyó Arkadius.
-Pero jefe, no queda mucho tiempo para eso, el efecto de su marea de niebla terminará pronto... -dijo Bakemon.
-Lo sé... pero este niñito no me ha permitido terminar y estoy dudando de si dejarlo vivo, ¡y mi paciencia se acaba fácilmente si me interrumpen, pedazo de sábana sucia! -Arkadius regañó a Bakemon y estuvo a punto de darle un bastonazo.
-Está bien, fenómenos... me callo, ya digan qué quieren de mí -masculló el joven, dolorido por los golpes de Ogremon.
Arkadius se acercó a Veras hincándose en una rodilla mientras le mostraba un trozo de diamante, enrarecido por un líquido rojizo. Dejó caer tres gotas en la boca del cautivo, viendo cómo tosía por el sabor amargo, y lentamente le explicó el propósito de su captura.
-Eres mi nuevo cazador en mi nuevo hogar. Te he buscado hace mucho tiempo y por fin di contigo, desde que me conecté entre sueños con tu mente y analicé todo tu potencial... ningún humano me ha demostrado tal poder como tú.
-Puaj... usted habla estupideces, ¿me quiere drogar también con esa cosa roja?
-No, esto es para matar tu ser carnal y apoderarme de tu espíritu, es lo que me sirve de ti -contestó con una sonrisa maléfica, esperando a que la sustancia surtiera efecto. Después, llamó a Bakemon para que se encargara de llamar el ser espiritual de Veras-. Es tu turno, date prisa antes de que se acabe mi efecto.
-Está bien, jefe... ahora mismo empiezo -entonces, el fantasmagórico esbirro sumió sus garras en el pecho del chico, extrayendo poco a poco su espíritu, y en una sola pieza. Veras entreveía el proceso y trató de gritar o de moverse, sin sentir ninguna parte de su cuerpo.
-"¡Déjenme ir, no me maten sin razón! ¡Auxilio! ¡Tengo que volver a mi camino! ¡¡QUE ALGUIEN ME ESCUCHE!!" -Veras no pudo hacer más que gritar en su mente, sin esperanzas de sobrevivir a tan atroz operación. Apenas escuchaba las carcajadas de Arkadius y de Ogremon, perdiendo gradualmente sus sentidos restantes.
El líquido terminó su efecto y Veras abrió sus ojos horas más tarde, ya era de día y el paisaje desolado fue reemplazado por uno más florecido. El bus ya no estaba, ni siquiera estaba Arkadius o sus esbirros, sólo un par de huellas en el suelo, se miró por completo y no vio ni una herida o golpe, ciertamente había sucedido algo insólito en su estado de inconsciencia. Se sentó pero ya no estaba en el camino de polvo sino en un prado, no sabía si estaba vivo o muerto. Miró su mano izquierda y llevaba un guante de cuero marrón con apliques metálicos y una manilla blanca con banda azul, no tenía nada en la otra mano, excepto una marca tatuada de romboides que formaba una estrella con cinco puntas. Veras miró agitado a todos lados, a punto de gritar de angustia.
-No lo creo... ¡Este no es el centro de la ciudad! ¡Ni siquiera es real! -intentó quitarse el guante sin resultado alguno. Sin más que hacer y resignado hasta los huesos, se levantó entorpecido y exploró parte del terreno, no pudiendo reconocer nada.
Las nubes presumían un vistoso color amarillo en el amanecer naranja de ese extraño mundo, Veras no se detuvo a apreciar nada del ambiente y se propuso a conseguir alguna pista que asegurara que estaba vivo y cuerdo, se negó a lo peor y asumió que Arkadius sólo lo había dopado pero no asesinado. A pesar de su búsqueda, no obtuvo pruebas.
-Es absurdo... es jodidamente absurdo, ¡no me puede estar pasando esto! ¡¿Dónde estoy?! ¡¿Morí o qué rayos?! ¡Ya no aguanto la locura, maldita sea! -Estaba tan confundido que vociferó para desahogarse, hasta que un bofetón le sacudió el cerebro y lo acalló.
-Compórtate, no me hagas arrepentir de haberte salvado el pellejo, malagradecido. Te enterarás con tiempo pero ahora tenemos que volver a la montaña -le advirtió una criatura peculiar, traumándolo por completo-. Ay, no... creo que te asusté más.
- ¡Ahora sí que Arkadius me drogó, hasta las ranas me hablan! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
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